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Cardenal católico que contribuyó a la revitalización del catolicismo en Inglaterra con su apoyo decidido al movimiento de Oxford y acaso con su novela "Fabiola" que despertó una actitud de comprensión y simpatía a la vieja Roma en el público inglés envenenado durante siglos por el antipapismo oficial.
Nació en Sevilla, pues sus padres eran comerciantes afianzados en la ciudad y descendientes de irlandeses emigrados por motivo religioso. El padre murió cuando él tenía 3 años y la familia regresó a Irlanda. Estudio en Ushaw de 1810 a 1818. Luego fue enviado al Colegio Inglés de Roma, donde completó su formación en Teología. Se ordenó sacerdote y fue designado Rector del Centro en 1828. Estudió de manera especial la historia de los primeros cristianos que siempre le atrajeron, con cuyos conocimientos elaboró "Fabiola". Su trabajo escrito y como profesor de lenguas orientales en la Universidad "La Sapienza", publicó "Lecturas sobre las conexiones entre la ciencia y la religión revelada".
Su carrera eclesiástica se desarrolló en Roma, donde trabajó en lenguas orientales en la Biblioteca Vaticana y otros servicios de la Curia. También fundo la "Dublin Review" en la que escribió en su especialidad. Fue consagrado Obispo y multiplicó sus actividades pastorales en la comundad inglesa de Roma, en donde se hizo muy popular. Pero pronto fue designado obispo de Birmigham y luego de Londres donde fue Vicario del Obispo Whals.
Al restablecerse la jerarquía católica en Inglaterra por un Breve pontificio en 1850, llamó la atención su nombramiento como Arzobispo primado de Westminster y cardenal. El ejercicio de su cargo, ya en Londres no fue fácil. Empezó suavizando la reacción del Parlamento inglés que prohibió con un bill el que nadie se llamara Obispo entre los católicos. El documento sacado por el nuevo Cardenal, el "Llamamiento a la razón y buenos sentimientos del pueblo inglés", suavizó los ánimos. Más duras fueron las tensiones con el Cardenal Manning, que se cerraba al liberalismo que Wisemann preconizaba como enlace con los intelectuales anglicanos. Pero supo armonizar criterios y tolerar las posturas desconfiadas de las jerarquías más conservadoras. Incluso moderó en bien de la paz sus afanes más liberales y ecuménicos, actitud que muchos achacaron a debilidad, pero que fue de prudencia de gobernante y de pastor de almas.
Al morir en 1865 después de 15 años de fecunda tarea, dejó un recuerdo imborrable de hombre abierto y una corriente inextinguible de fraternidad con los ámbitos intelectuales anglicanos.
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